Ocultar a la Cumbre de CELAC con una cortina de silencio
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Alberto Rabilotta
ALAI
AMLATINA - Hay silencios que dicen mucho, que muestran la falta de
respuestas y alternativas. Eso me digo después de haber seguido (desde
lejos) la segunda Cumbre de los 33 países que componen la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que tuvo lugar en la
Habana, Cuba, y de lo que publicaban o no publicaban los poderosos
grupos de prensa en gran parte del mundo norteamericano o europeo, esos
que "forman la opinión pública” mundial para confirmar cotidianamente
que "no hay alternativa” al orden neoliberal, como decía Margaret
Thatcher.
Que
33 países de América Latina y el Caribe hayan decidido comprometerse
para que en la región "se consolide una zona de paz, en la cual las
diferencias entre las naciones se resuelvan de forma pacífica, por la
vía del diálogo y la negociación u otras formas de solución, y en plena
consonancia con el derecho internacional", y que hayan integrado en el
proyecto las reivindicaciones y agendas de los pueblos indígenas y
afroamericanos, y comenzar a realmente proteger el medio ambiente, no
fue noticia importante ni objeto de un serio análisis en la casi
totalidad de los concentrados medios de prensa en América del Norte o de
Europa.
El
mismo silencio cómplice se manifestó de manera general en los poderosos
monopolios mediáticos de países latinoamericanos, como oportunamente
señaló la Presidenta Cristina Fernández a través de su cuenta Twitter:
"Cuando habla en la segunda cumbre de la CELAC, en La Habana, junto a
más de treinta Jefes y Jefas de Estado, tres reuniones bilaterales con
Jefes de Estado: México, Venezuela, Uruguay, Clarín y La Nación mutis
por el foro” (1).
En
realidad, si lo vemos a partir de cierto realismo, no les quedaba otra
que tratar de impedir la merecida difusión de lo que se dijo y se acordó
en la Cumbre de la Habana, especialmente cuando esos monopolios
mediáticos defienden las políticas de Estados Unidos (EE.UU.) y sus
aliados que para imponer la tiranía de los mercados autorregulados
intervienen en sangrientos conflictos creados a partir de planificadas
disputas religiosas y étnicas en países del Oriente Medio y África,
todos ellos con un potencial de terminar convirtiéndose en guerras
regionales.
Quizás
no se recuerde lo suficiente, pero una de las principales razones no
invocadas de EE.UU., Francia e Inglaterra para derrocar y asesinar al
Presidente libio Muammar Gaddafi fue la política que siguió, apoyada con
financiamiento a partir de la Declaración de Sirtre, para fortalecer y
asegurar mediante la Unión Africana y un sistema monetario propio, la
unidad e independencia del Continente africano.
Todo
esto también explica que en su Discurso del Estado de la Unión el
Presidente Barack Obama (2) no mencionara a la reunión de la CELAC y ni
siquiera a un solo país latinoamericano o caribeño, aunque pensándolo
bien eso ha sido algo bueno, porque los únicos países mencionados por
Obama, de Asia Central, el Oriente Medio y África, y a Ucrania en
Europa, en todos ellos hay conflictos militares o golpes de Estado en
curso, y en los cuales EE.UU. y sus aliados participan activamente.
Comparemos
el discurso de Obama con algunas de las conclusiones que al cierre de
la Cumbre de la CELAC leyó el Presidente cubano Raúl Castro, por ejemplo
"el compromiso permanente con la solución pacífica de controversias a
fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza
de la región, así como con el estricto cumplimiento de su obligación de
no intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de
cualquier otro Estado () observar los principios de soberanía nacional,
la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos () la
necesidad de fomentar las relaciones de amistad y de cooperación entre
sí y con otras naciones, independientemente de las diferencias
existentes entre sus sistemas políticos, económicos y sociales o sus
niveles de desarrollo” (3).
Analizando
esto desde la perspectiva y la experiencia de haber cubierto en
Norteamérica la última etapa de la Guerra Fría, la política contra la
Revolución Cubana y toda la guerra sucia en Centroamérica, no me cabe la
menor duda que si en Washington adoptaron la política de silencio debe
ser, también, porque se han dado cuenta que la CELAC no es un cascaron
vacío, algo que pueden destruir fácil y rápidamente con la propaganda y
las falsedades de siempre, sino que se está frente a la manifestación
concreta del común acuerdo de 33 gobiernos.
Gobiernos
que, como fue señalado por los mismos jefes y jefas de Estado o de
gobierno, en muchos casos tienen posiciones políticas muy diferentes,
con algunos de esos países formando parte de tratados comerciales o de
las estrategias de liberalización comercial y de inversiones promovidas
por Washington, pero que en su conjunto están interesados –o no pueden
dejar de estarlo- en que prosperen las iniciativas de integración y de
unidad regional que fueron creadas y desarrolladas a lo largo de los
últimos años para desplegar el potencial común en materia económica,
social, política y cultural.
Este
silencio mediático también se explica en la falta de interés en
Washington en que se expongan y analicen a la luz pública los por qué
del común acuerdo de los 33 países para excluir a EE.UU. y a Canadá de
esta organización.
Este
análisis podría revelar que la exclusión es un bien reflexionado y
maduro rechazo a la tradicional prepotencia e injerencia estadounidense
en los asuntos internos de nuestros países, a la política que Washington
viene aplicando contra Cuba desde hace más de medio siglo, directamente
y a través de la Organización de Estados Americanos (OEA), a la
complicidad de EE.UU. para que el Reino Unido siga ocupando las Islas
Malvinas, a las políticas de apoyar a rajatabla a las transnacionales
petroleras, mineras o del agronegocio que están destruyendo el medio
ambiente y las comunidades sociales en varios países, al sistema
financiero que controlan y nos está estrangulando, y también –entre
muchas cosas más- porque ya se abrió paso la consciencia de que los dos
países excluidos no son ni pueden ser nuestros modelos y árbitros en
materia de democracia, de funcionamiento político o institucional, y
menos aún de las políticas sociales y económicas.
Es
por todo esto y mucho más que, con todas las limitaciones que la CELAC
pueda tener desde el momento en que responde a la realidad concreta, hay
que leer y recomendar una atenta lectura de la Declaración de La Habana
de la CELAC (4), y de las declaraciones e intervenciones de los jefes
de Estado y de gobierno que participaron.
Montreal, Canadá
2.- Discurso del Estado de la Unión, 2014:http://www.washingtonpost.com/politics/full-text-of-obamas-2014-state-of-the-union-address/2014/01/28/e0c93358-887f-11e3-a5bd-844629433ba3_story.html
3.- Raúl Castro,http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=2323131&Itemid=1
4.- Declaración de La Habana de CELAC.
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
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Documento Relacionado:
Los medios y la II Cumbre de la CELAC - Juan Manuel Karg http://www.alainet.org/active/70975
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